martes, 12 de marzo de 2013

El Descenso De La Poblacion Indigena De Colombia.

El Descenso Indigena De Colombia

POBLACIÓN INDÍGENA Y EXPLOTACIÓN DE MINAS

Los grupos Quillacingas y Pasto no opusieron resistencia a los españoles quienes se posesionaron de su territorio “casi sin costo” (Romoli,1977-78, 17), razón por la cual reciben de lleno los efectos devastadores de la conquista, al convertirse en mano de obra preferencial para el laboreo de minas. Al referirse a la tasación impuesta por Tomás López en su visita realizada en 1558 Moreno Ruiz (1971, 428) anota:
“esta tasa que estableció anteriormente el oidor Tomás López, parece que no se cumplió, pues ni los indios, ni los españoles quedaron conforme. Los indios por que, salvo los pastos tenían poco algodón y técnica de tejido, por lo que prefirieron seguir prestando servicio en las minas de las provincias de los Abades, Quillacingas y Sibundoyes y de este modo, llegar a cubrir la tasa que se les había impuesto con lo cual pasaron a trabajar en las minas 1.405 indios. Los españoles aceptaron este cambio en la percepción de la tasa”.
El traslado de población para la explotación de minas era frecuente muchas veces no sólo de los tributarios sino de familias completas, tal como lo atestigua fray Jerónimo de Escobar (/1582/ 1983: 294) al referirse al pueblo de Yscanzé (actual Descansé):
“Estos indios de aquí como en su tierra no se han descubierto hasta ahora minas, los han sacado y llevado a las minas de Almaguer, donde hoy en día están por lo cual han muerto muchos”.
En una Cédula Real (1590) en la cual se autoriza a la Audiencia de Quito la población de una Villa o Ciudad de Indios Junto a las Minas de Zaruma en el Ecuador, se lee:
“...y que la tierra de Zarama es sana, fértil y abundante de metales, sólo hay falta de naturales, y esto se podría remediar con poblar allí dos o tres mil indios Qyillacingas, Pastos Lata cungas, Purháes, Sichos y Chimbos, llevando de cada nación un número que no hiciese falta en sus poblaciones y que a éstos se les diesen tierras y casas hechas y fuesen adscriptos a la labor de aquel cerro y se les pagasen sus jornales poblándose allí una villa o ciudad donde así mismo se diesen minas y aguas a los pobladores” (Garcés, 1935: 459, Colección de Cédulas Reales, Fl. 227 , Tomo Primero 1538-1600).

Se constata el traslado de familias indígenas, pues se propone poblarlos en villas, traslados que se realizan interregionalmente y cubren el territorio adscrito a la Audiencia de Quito. A pesar de que en la visita de Rodríguez de San Isidro de Manrique, realizada en 1638, se ordena a los encomenderos cesar con esta práctica, amenazándolos con la confiscación de sus encomiendas, 30 años después (1668), el visitador Inclán Valdés, dió autorización para que indios quillacingas fueran llevados a las minas de Almaguer o a la zona Abad, lo cual confirma la permanencia de los traslados desde lugares distantes. (Calero, 1991:166-171).
En las curvas de población elaboradas para las dos etnias asentadas en el Valle de Sibundoy (véase gráfico No. 1: población Inga-Kamsá, Valle de Sibundoy, siglos XVI-XX y No. 2: Indices de crecimiento población Inga-Kamsá, siglos XVI-XX)    teniendo en cuenta los asentamientos diferenciados, y que cubren el período comprendido desde mediados del siglo XVI   (1558) hasta el presente (1988) 12 , se hace evidente la catástrofe poblacional que sufren estas etnias entre 1558 y 1590, es decir, durante la segunda mitad del siglo XVI, lo cual es más acentuado para la población Kamsá, que pasa de un índice de crecimiento del 43.33 en 1570, a uno de 16.66 en 1590, (gráfico No. 2.) asumiendo como año base 1558 = 100.

  Por su parte, los Inga pasan de un 86.25 a un 37.75, en el mismo período de referencia.
Sin embargo entre la visita de 1558 y la de 1560 (Anónimo; transcripción de Hermes Tovar. 1988:26), con tan sólo un año de diferencia, se reporta un vertiginoso ascenso de la población Kamsá correspondiente a 1.000 tributarios más, cifra que no se tomó en cuenta para la elaboración de los gráficos, por considerar que representa un aumento muy alto en un período tan corto. Sinembargo, vale la pena presumir que el apogeo de la explotación de las minas de oro durante estos años, pudo acrecentar la población a través del traslado de población indígena procedente de otros lugares para labores en minería, tal como se ha venido señalando.
El decrecimiento de población durante la segunda mitad del siglo XVI es resultado en gran parte del trabajo compulsivo en las minas que implicaba traslados de población al interior de la frontera establecida los cuales se realizaban de manera indistinta tanto desde el punto de vista étnico como geográfico: habitantes de los andes, del piedemonte y de las tierras bajas, se interrelacionaban constantemente, tal vez manteniendo patrones de poblamiento anteriores a la conquista.
Debido a la relación establecida entre la región de Almaguer y Sibundoy y de este Valle con Descansé y Condagua, (alto Caquetá) podemos presumir el intercambio de tributarios entre estas zonas y la consecuente diezmación de indios por el trabajo. de las minas, en el período considerado. Estos traslados de población se continúan hasta mediados del siglo XVIII al tiempo con la persistencia de la mita minera, tal como se infiere de la siguiente anotación de Friede (1967, 61):
“en las listas de indios bautizados en Mocoa en 1775 (Arch. 4 sign 9386), se encuentran apellidos como Chicunque, Mavisoy, Tandioy, Omne, Jacanamejoy, Peña, Quinche, que patentiza la traída de indios forasteros originarios de la región situada al sur del Macizo Central Colombiano y del valle de Sibundoy”.
Es posible entonces que así como población de la etnia Pasto fue traída al Valle de Sibundoy para explotar las minas de veta en el mismo, a su vez en este período o posteriormente, población del Valle fue llevada a las minas de aluvión en los alrededores de Mocoa. Estos continuos desplazamientos de población en el valle pueden ayudar a explicar la tendencia de la constante disminución de población desde mediados del siglo XVI hasta finales del siglo XVII, (Véase gráfico No. 1).
Pero no fue solamente el extenuante trabajo en las minas de veta o de aluvión; según Romoli (1577-78:33), al referirse a las visitas de Tomás López en 1558 y a la de Valverde en 1570:
“En los doce años entre la primera visita y la segunda, no hubo, que se sepa, guerra, revuelta, hambre, trato de esclavos ni expediciones mayores de las que solían llevar gran cantidad de indios de servicio, de los cuales pocos regresaron a sus hogares. La minería era poca y para ella no era preciso hacer traslados de trabajadores a climas malsanos (...) Parece pues, que las principales causales de la enorme disminución de la población indígena entre 1558 y 1570 haya sido la evasión y la epidemia de viruela que azotó al país en 1566. Para 1588 registra otra gran epidemia de viruela (Romoli, 1962: 259).
Estas consideraciones cuestionarían la posible introducción de fuerza de trabajo al Valle y de éste a otras regiones, implicando esto que el dato de 4.000 tributarios Kamsá para 1560 en Sibundoy sería inconsistente; a pesar de ello otras fuentes nos indican que vale la pena considerarlo.
Con respecto al marcado descenso de población, Calero (1991, 205-206) refiriéndose al Distrito de Pasto, sostiene: “la parte norte del río Juanambú y la parte baja del río Guaitara, junto con Sibundoy, sufrieron la más numerosa pérdida de población india”. Y al comparar la información demográfica de finales del siglo XVI aportada por el Corregidor Ortega (1590) con la del Gobernador Rodrigo de Mañosca de finales del XVII (1688 - 1691) deduce que la población del Distrito de Pasto sigue en declinación a lo largo del siglo XVII, de lo cual no se escapa Sibundoy.
La afirmación que hace Bonilla (1968:18), —después de referirse a las incursiones misioneras al Valle entre 1547 y 1600—, “tenemos entonces, que el siglo XVII sorprendió al recóndito vallecillo gozando de la tranquilidad que le deparaba su aislamiento”, debe cuestionarse, pues, como se ha demostrado, el Valle no permaneció aislado y la continua disminución de la población indígena durante el siglo XVII nos lleva a pensar que siguieron sufriendo los embates de la colonización española. Entre 1590 y 1688 se registran tasas de crecimiento negativas: -2.6% en el caso kamsá y -1.37% en el inga (Ver tabla No. 3).
Al final del siglo XVII, la población de las tierras bajas en general continúa decreciendo, mientras que la de las tierras altas había alcanzado su punto más bajo, iniciando su recuperación.
Sólo durante el siglo XVIII se empieza a observar una relativa estabilización después de su casi desaparición hacia finales del XVI (Véase gráfico No. 1) de la población indígena del Valle. Según Calero (1988:275), en el siglo XVIII en el Distrito de Pasto la incipiente recuperación de población indígena acontece más tempranamente que en la mayoría de los lugares de la Nueva Granada, “donde el número de nativos continúa decayendo durante gran parte del siglo XVIII”. Así entre 1688 y 1711, las tasas de crecimiento se tornan positivas: 1.32% para los inga y 4% para los kamsá.(Ver tabla No.3).
En cuanto a los grupos indígenas de Ecija de los Sucumbios y Mocoa en el Alto Caquetá, Llanos y Pineda Camacho (1982) coinciden también en señalar el fuerte descenso de población indígena en la segunda mitad del siglo XVI concomitante con un relativo esplendor económico, producido por la explotación aurífera, que se mantiene sólo hacia la segunda mitad del siglo XVII, cuando quedan despobladas estas ciudades debido al levantamiento y rebelión de indios. Para el año de 1681, la ciudad de Mocoa estaba destruida.
Esta despoblación coincide con el abandono de la explotación intensiva de las minas de oro del piedemonte oriental y se inicia así, un proceso de retroceso de la frontera minera, lo cual impide que la frontera oriental como tal se cierre y desaparezca en el sentido de que esta zona de explotación minera sea incorporada al centro andino; por el contrario permanece con su condición de territorio marginal. Se cumple en este caso la tercera acepción de frontera que distingue Mellafe (1968,11):
“un espacio geográfico dado en el cual los procesos de producción de estructuración institucional y social. no se han integrado aún en un continuo normal, pero están en camino de formación o de transformación sumamente drástica (...) Este proceso presupone, además (...) un choque o fusión y entronque cultural de dos o más horizontes culturales distintos.”
La actividad minera amplía su frontera hacia las tierras bajas del Pacífico, después de 1610. Esta área de tierras bajas se extendía, desde la cuenca del río Mira al sur hasta los ríos Timbiquí y Naya al norte y desde los picos de la cordillera en el este hasta el litoral Pacífico en el Oeste, como se anotó.
Para 1630, se sojuzga a los guerreros Sindagua. Los sobrevivientes son llevados a Santa María del Puerto para ser empleados en trabajos agrícolas y mineros. Como lo señala Calero (1991:179), “con los sindagua bajo control y con la fundación de dos nuevas poblaciones -Santa María del Puerto en las riberas del Telembí (actual Barbacoas) y Santa Bárbara de la Isla del Gallo—, la región se encontraba lista para el período de bonanza minero”.
Como resultado del descenso de población anotado para las tierras bajas, la mano de obra negra se importa desde finales del siglo XVI (1592) y ya para 1684 son numerosos los negros que trabajan en esta zona.
“El desarrollo posterior de la economía minera —y en su efectivo crecimiento— debe asociarse al crecimiento paulatino de las cuadrillas de esclavos, por lo menos en los yacimientos del Chocó, en Raposo, en Caloto y en Barbacoas. De otro lado, la movilidad de la mano de obra esclava, es decir, su traslado de un distrito a otro y a las haciendas de trapiche en el Valle del Cauca, explicaría las alternativas de un crecimiento minero en Caloto-Nóvita-Caloto.” (Colmenares, 1979:170).
La minería hacia la vertiente occidental y costa Pacífica es supervisada por españoles residentes en Pasto y Popayán. Hacia 1699 el boom minero de Barbacoas había disminuido, registrándose un descenso de residentes españoles, de 40 a 16, constituyéndose este fenómeno en un índice del decaimiento de la temprana prosperidad de la región (Calero 1991:180); esto se traduce en el inicio del abandono de la zona, produciéndose así otro proceso de retroceso de la frontera minera con la consiguiente exclusión y marginamiento de las tierras bajas del desarrollo de la región andina perteneciente a la Gobernación de Popayán.
La vertiente oriental andina o piedemonte amazónico (valle de Sibundoy, Iscancé, Yunguillo, Mocoa, Ecija de Sucumbíos) hasta el siglo XVIII, se encuentra entre dos fuerzas que jalonan: la andina (el Distrito de Pasto, Gobernación de Popayán) y la selvática (Provincia de Mocoa) en cuanto a regimen de producción, dominio político y religioso se refiere. Mocoa es la puerta de entrada a las tierras bajas y los grupos que allí habitaban se comportaban como los de selva para los españoles en cuanto a lo indómito y lo belicosos, lo cual no se cumple para Quillacingas y Pastos, quienes no opusieron resistencia a los españoles en forma abierta, como se ha señalado. Mocoa, era la sede de las misiones franciscanas del Putumayo y Caquetá desde donde ejercían su influencia colonizadora.

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